PRESENTACIÓN

Desde hace casi diez años México es víctima de un conflicto devastador. En la última década, del 2006 al  2016, la llamada “guerra contra el narcotráfico”, declarada por el ex presidente Felipe Calderón, y la estrategia de seguridad de Enrique Peña Nieto, han provocado más de 150 mil muertos, 280 mil desplazados y cerca de 30 mil desaparecidos.

 

En la documentación de los crímenes hay una historia que el público ignora: la de los soldados, el eslabón más frágil de las fuerzas armadas, los hombres –y a veces mujeres— que reciben y cumplen órdenes.  ¿Quiénes son ellos? ¿Cuáles son sus historias? ¿Por qué se enrolaron como soldados? ¿Cómo y para qué han sido capacitados? Los que han matado, ¿tenían otra opción? ¿Cuál ha sido su margen de decisión y, por lo tanto, de responsabilidad? ¿Hay órdenes precisas para salir a la calle y matar? ¿Son los soldados parte de una maquinaria de muerte? ¿Hasta qué punto un soldado que mata es responsable del crimen? ¿Hasta qué punto esa responsabilidad asciende a sus superiores? Y si no hubieran recibido la orden, ¿habrían matado? ¿Es la obediencia razón suficiente para justificar la comisión de un crimen?

 

Para los autores de este trabajo, es indispensable hacernos estas preguntas y acercarnos a quien puede responderlas, los soldados mismos. Por ello, entrevistamos a seis militares, cinco de ellos en proceso penal por homicidio. A través de sus testimonios intentamos encontrar respuestas que nos permitan entender la complejidad de esta guerra.

 

Las Fuerzas Armadas han jugado un papel central en el conflicto. Desde las primeras semanas de su mandato, Calderón militarizó la seguridad pública, sacó al Ejército y a la Marina de sus cuarteles y los mandó a patrullar las calles. Miles de mexicanos adiestrados en la lógica castrense enfrentaron escenarios para los que no estaban preparados: fraccionamientos, barrios populares, avenidas urbanas transitadas: la vida cotidiana de pueblos y ciudades.

 

Con la militarización del país salieron a la luz pública testimonios de abusos cometidos por soldados y marinos. Conocimos los valientes relatos de las víctimas y, cuando no fue posible porque fueron asesinadas o desaparecidas, sus familiares narraron el horror. La Comisión Nacional de Derechos Humanos recibió miles de denuncias de crímenes, que detallaban torturas, violaciones, asesinatos y muchas veces desapariciones de los cuerpos de personas, atribuidas a miembros de las fuerzas armadas. A esas víctimas, el gobierno mexicano las llamó “agresores”. Conocemos con detalle diversos abusos perpetrados por militares: en muchas ocasiones, se ha documentado el intento de ocultar sus crímenes y se ha alterado las escenas de los hechos, con el fin de culpar a las víctimas de su destino fatal.

 

A lo largo de esta década el gobierno mexicano ha insistido en una idea: la existencia de un enemigo que amerita el uso de las fuerzas armadas y justifica la muerte. Por los testimonios que recabamos con los soldados creemos que esta idea del enemigo permea hasta ellos, quienes se sienten con el deber, incluso el poder, de disparar al otro, a ese enemigo.

 

Esta investigación empieza con números. El primero, 3 mil 520. Es la cantidad de enfrentamientos que militares y “agresores” mantuvieron desde finales de 2006 a octubre de 2014, el sexenio completo de Calderón y el primer bienio de Peña Nieto. La Secretaría de la Defensa Nacional llevó la cuenta durante ese periodo y luego dejó de hacerla pública. La Procuraduría General de la República, la máxima autoridad fiscal en México, debía tomar el relevo, pero nuestras peticiones de obtener datos actualizados a través del Instituto Nacional de Acceso a la Información no han dado resultado. De momento.

 

El segundo número es 19, la cantidad de personas que han muerto por cada militar en los enfrentamientos que han mantenido de finales de 2006 a octubre de 2014.

 

El tercer número es ocho, la proporción de agresores muertos por cada agresor herido en enfrentamientos con militares estos años. A esa proporción se le llama Índice de letalidad. Académicos de la Universidad Nacional Autónoma de México acuñaron el término hace unos años y calcularon que una relación normal era de uno uno.

 

Este trabajo trata de buscarle el rostro a estos números, la piel, los músculos. Partir de ese rostro de los soldados, como la extremidad última del poder, es necesario para indagar y reconstruir las dimensiones de un sistema creado para ejercer violencia contra las personas. Partir de ellos, para entender esa maquinaria donde la muerte no es azarosa.

 

Se trata de una investigación en proceso que esperamos crezca conforme obtengamos más testimonios, logremos la desclasificación de información o se ventilen los procesos judiciales. Estamos convencidos que debemos empujar lo necesario para entender qué hay detrás de esta guerra, detrás de una persona que mata. Esperamos que las reflexiones a partir del testimonio de los soldados nos permita acercarnos a una pregunta que nos inquieta por el momento que vive México. ¿La experiencia de los soldados mostraría que cualquiera, inserto en este sistema militar y policial, puede ejercer violencia?

 

Este reportaje fue realizado como parte de la Beca Mike O´Connor del International Center for Journalists (ICFJ) y de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, que ICFJ tiene en alianza con Connectas.